Nuestra historia
Una gran historia a la que puedes unirte.
Los inicios
La larga vida del Círculo de Recreo de Valladolid se inicia el 31 de octubre de 1844, en que abrió sus puertas con la denominación de Círculo de Valladolid, según recogen sus estatutos fundacionales, siendo testigo y en parte actor de una parte muy importante de la historia de España. Así, desde su fundación la vida de esta Institución se extiende por el reinado de Isabel II, el Gobierno Provisional con Serrano y Prim, el breve de Amadeo I, la Primera República, la restauración monárquica con Alfonso XII, la Regencia de María Cristina, el reinado de Alfonso XIII, la Segunda República, el Franquismo, y la recuperación democrática con los reinados de Juan Carlos I y Felipe VI.
1844 - Fundación
El Círculo de Recreo de Valladolid se funda el 31 de octubre de 1844, en un local de la calle Teresa Gil..
1853 - Ubicación definitiva
En 1853 otorga la licencia para comenzar las obras sobre un terreno situado entre las calles de Olleros (actual Duque de la Victoria) y Constitución
1899 - Nuevo edificio
Se derriba el anterior edificio para construir el edificio actual cuya construcción comienza en 1900.
1902 - Edificio actual
Se terminan las obras y la decoración de las salas, inaugurándose el 29 de mayo de 1902.
Es de justicia recordar a aquellos 72 socios que iniciaron su andadura, y a aquella Junta Directiva interina, presidida por Antonio Arriete, a quien acompañaban José del Olmo (tesorero), José Francés de Alaiza (secretario), Ramón A. Vilardell (contador), Calixto Fernández de la Torre y Esteban Guerra (vocales). Unos hombres que supieron ver que Valladolid demandaba una sociedad como la que hoy nos acoge, y que tuvieron el coraje y la determinación de hacerlo realidad. Agradecimiento que hay que hacer extensivo a las Juntas Directivas que les sucedieron, por haber sabido, con mayores o menores dificultades, mantener viva la Institución.
Instalado inicialmente en un local de la calle de Teresa Gil, el Círculo de Recreo enseguida se estableció en los pisos principal y segundo del edificio número 41 de la Acera de San Francisco, propiedad de Pedro Ochotorena. Casi diez años más tarde, algunos de sus impulsores, como Antonio Florencio Vildósola, Calixto Fernández de la Torre, Julio Galo Sanz y Pedro Antonio Pimentel, vieron la necesidad de buscar una ubicación más acorde con su creciente notoriedad social.
Se encarga el proyecto, para levantar un edificio sobre el terreno situado entre las calles de Olleros (actual Duque de la Victoria) y Constitución, al arquitecto Domingo Antonio de Yturralde, que en 1853 obtuvo la pertinente licencia municipal, con lo qué comenzaron las obras. El edificio quedó estructurado con un café en la parte baja, y un segundo piso con los servicios básicos para los socios, que consistían en salón, sala de juegos, otra de lectura, salón de baile y dependencias anejas.
Los estragos del tiempo y la escasa calidad de los materiales usados en la edificación, decidieron, en 1899, a su propietario, José Antonio Pinto, a derribarla, para construir un edificio de nueva planta que sería el que ha llegado hasta nuestros días.
El derribo del edificio no supuso más que un traslado temporal. El Círculo de Recreo había encontrado, desde 1853, su ubicación definitiva y allí habría de seguir; en ese terreno que había formado parte del gran Convento de San Francisco, concretamente sobre el espacio que ocupó su iglesia y dónde, en una de sus capillas (la capilla de Luis de la Cerda, o de las Maravillas) había encontrado Cristóbal Colón su primer enterramiento así como el héroe irlandés Hugh O’Donnell. Un terreno privilegiado, por su amplitud y ubicación, como exigía el destino al que habría de dedicarse.
El histórico edificio actual
“Respondiendo a las aspiraciones que Valladolid tiene de irse convirtiendo en gran ciudad, para lo cual es indispensable que eleve en sus calles edificios en los que el buen gusto corra parejas con el ornato y la suntuosidad, llenando las necesidades y las exigencias de la vida moderna, se ha construido sobre el solar que ocupó el antiguo Círculo llamado vulgarmente de la Victoria, un nuevo edificio de trazas y proporciones artísticas, hecho expresamente para instalar en él el Círculo de Recreo de Valladolid”.
Así saludaba la prensa local, como recuerda el historiador Enrique Berzal, el 30 de mayo de 1902, al lujoso inmueble, en que se asienta el Círculo de Recreo, aunque su historia, como hemos visto, se remonta a más de medio siglo antes.
El proyecto de esta nueva edificación había sido aprobado por el Ayuntamiento en el año 1900, conforme a los planos del arquitecto Emilio Baeza Eguiluz, quien habría de dirigir las obras junto al también arquitecto Julian Palacios. Estas comenzaron en los primeros días de 1901 y finalizaron en el mes de mayo de 1902. El día 29 de mayo ya estaban terminadas y decoradas todas las salas, provistas de instalación de calefacción y de alumbrado eléctrico del que sería proveedor la Sociedad Eléctrica Castellana. En aquel momento, el Círculo de Recreo ocupará los espacios actuales, salvo la planta baja en la que se instalaron establecimientos comerciales. La planta baja se destinaría para uso social en 1913, en que el inmueble que se venía ocupando en régimen de arrendamiento, pasa a ser adquirido por los socios.
El Círculo de Recreo era un emblema de modernidad, con su magnífico edificio, de estilo ecléctico pero que no puede ocultar la influencia francesa, tan evidente en la cubierta, con sus mansardas, y el torreón que hace esquina entre las calle de Constitución y Duque de la Victoria. Los adornos de la fachada se deben al escultor zaragozano Dionisio Pastor Valsero. A los lados de la ventana del ultimo piso, sobre la puerta principal encontramos dos estatuas que representan la Agricultura y el Comercio. Encima se puede ver frontón semicircular, rematado con un mascarón bajo el que se encuentran dos geniecillos que sostienen el escudo del Círculo de Recreo.
Al edificio se añadió una decoración igualmente magnífica, de la que es preciso destacar las vidrieras y los frescos. Las vidrieras tienen la firma de los más importantes artesanos de la época, la francesa Casa Maumejan; que alcanzó los más altos reconocimientos y premios internacionales. Los frescos y óleos, después de una cuidada selección se encomiendan a Eugenio Oliva quien, de conformidad con el encargo, realiza, entre otras, una pintura en el frontal del salón principal que representa al conde Pedro Ansúrez, considerado el fundador de la ciudad de Valladolid, con su esposa la condesa Eylo, examinando las trazas o planos de la Colegiata de Santa María la Mayor; otra en el techo, con las con las figuras de Apolo y Terpsícore, y hasta un total de cuarenta y siete figuras, con la Música, el Amor y la Gloria.
El gran Salón tan bellamente decorado es, desde el primer momento, utilizado por los socios como espacio para banquetes, bailes, sala de conciertos, conferencias o para otras actividades. Los socios cuentan con dos hermosas bibliotecas, una de mayor dedicación al estudio, y otra más dedicada a la lectura. De estas bibliotecas, la de mayor tamaño y contenido bibliográfico, cuenta, además de con unos preciosos frescos, obra como los del Salón, de Emilio Oliva Rodrigo, con unos armarios-librerías bellamente tallados, para el antiguo edificio y que en este hubieron de ser ampliados por el entallador Claudio Tordera. Es, sin duda, una de las bibliotecas más bellas de Castilla y León.
Mucho más que un edificio: un modelo de convivencia
Pero el Círculo de Recreo significa en Valladolid mucho más que su imponente edificio. Fue el lugar de reunión y complicidad de los hombres y mujeres que alumbraron la ciudad moderna, que dejaron atrás aquella capital levítica, para impulsar el Valladolid de los negocios y de la floreciente y prometedora industria, que adecentaron y transformaron el centro urbano, adoptando las medidas precisas para alternar el ocio con la laboriosidad. El Círculo de Recreo, en efecto, acogió en sus salas a los líderes del Valladolid moderno y pujante, pero también a los amantes de la cultura y de las artes, ávidos de enriquecerse con las más variadas actividades de carácter literario, ensayístico, artístico y musical.
El historiador Rafael Serrano destaca que, hasta 1923, pese al apoliticismo reglamentario en la Institución, fueron socios del Círculo de Recreo 53 parlamentarios electos por Valladolid, entre los que cabría citar a los ministros Claudio Moyano, Mariano de Miguel Reynoso, Santiago Alba, José Muro, Antonio Royo-Villanova o Cesar Silió. Si esto se puede señalar sobre la presencia del poder nacional, que no se podría decir del poder local, aún más ampliamente representado. Así siguiendo al historiador Rafael Serrano se puede señalar que, desde sus inicios hasta tiempos recientes, entre sus socios, hubo una innumerable cantidad de concejales y una amplia nómina de Alcaldes de la ciudad; Calixto Fernández de la Torre, Miguel Iscar, Vicente Moliner, Federico Santander, José Luis González Regueral, José Luis Gutiérrez Semprún o Julio Hernandez Diez, pero, para hacerse una idea del alcance de ello, añade Serrano que, en el primer tercio del siglo XX, de los veintisiete alcaldes-regidores que tuvo el Municipio de Valladolid, veinte eran socios del Círculo de Recreo. Como también lo fueron personalidades tan relevantes del mundo cultural como Lazaro Galdeano, Jorge Guillen, Claudio Sanchez Albornoz, Narciso Alonso Cortes o Francisco de Cossío.
Esa presencia tan heterogénea entre los socios, la queremos destacar, por cuanto pone en valor la tolerancia que siempre ha caracterizado y sigue caracterizando la Institución, en cuyos salones han convivido conservadores, liberales, monárquicos, republicanos y socialistas, sin que se produjese jamás el menor enfrentamiento o conflicto.
Otro aspecto, al que se ha hecho referencia pero que es de interés destacar, es la función social y cultural que siempre ha cumplido. En tiempos en que la posibilidad de cultivar las relaciones sociales, especialmente en el mundo femenino, eran mucho más limitadas y difíciles que en los tiempos actuales, el contar con salones a donde las mujeres podían asistir, en un ambiente tranquilo, acogedor y seguro, o contar con un salón en el que se organizaban fiestas y bailes, sin duda suponía un gran atractivo; y ello al margen de que en el Círculo los socios podían disfrutar de comodidades que en ocasiones excedían las que tenían en sus viviendas (fundamentalmente en los primeros años de su existencia); calefacción, baños, duchas, peluquería, servicio de correos (el Círculo llegó a contar con estafeta propia), o cabinas telefónicas, vehículos, además de los salones de tertulias, para el juego de naipes o la sala de billar.
En el aspecto cultural, algo parecido es lo que podríamos decir; en tiempos de inexistencia de bibliotecas públicas y cuando ni se vislumbraba el mundo digital hoy tan presente. La biblioteca del Círculo de Recreo era un recurso magnífico al que acudían los socios incesantemente, no sólo para la consulta de datos o lectura de periódicos, sino también para estar al día en sus actividades profesionales; las revistas a las que el Círculo estaba suscrito abarcaban muy diversas materias, además de disfrutar de su amplio acervo literario. En el catálogo que confeccionó la Institución en 1903, se da cuenta de que en los estantes de su biblioteca se conservaban los tomos, encuadernados, de 88 revistas, que cubrían los más diversos intereses intelectuales, al margen de los miles de volúmenes en los que es de destacar la influencia de la cultura francesa, con muchos libros en ese idioma, a lo que no es ajeno el que Valladolid era un punto clave de la Compañía ferroviaria del Norte, de capital francés y que en Valladolid se asentaba una pequeña pero influyente colonia francesa contando incluso con un viceconsulado. Junto a los volúmenes que podíamos considerar que procedían de una corriente librepensadora y laica, se acumulaban otros, en esta biblioteca ecléctica como el edificio y la composición social, que respondían a una ideología más conservadora y neocatólica o al peso que dentro de la masa social tenían determinadas profesiones (en un recuento llevado a cabo en 1918, el 12% de los volúmenes son de contenido jurídico y el 5% de medicina). La literatura en general era y es el capítulo más representativo.
Una institución que desde la tradición se abre futuro
Ese espíritu de liberalismo bien entendido, en la convivencia y en la cultura, sigue siendo un signo de identidad y quizá la mejor manifestación de ello se encuentra en la diversidad de personas que en los últimos años han pasado por sus salones para aportar, en coloquios, conferencias o conciertos sus conocimientos o artes y entre los que podemos señalar a periodistas como Fernando Ónega, Andrés Amorós, Miguel Ángel Aguilar, Sami Naïr, José Ramón Pardo, Anna Bosch, Ángeles Caso, Lorenzo Mila, Berna González Harbour, José Antonio Zarzalejos y un largo etcétera; historiadores como Fernando Cortázar, Rafael Serrano, José Alvarez Junco, Enrique Berzal, Concepción Marco, Jean Claude Rabaté, Luis Ribot, o Joseph Pérez, entre otros; escritores como Antonio Muñoz Molina, Luis Mateo Diez, Fernando Aramburu, Carlos Aganzo, Gustavo Martin Garzo, Jhon Banville, Sergio del Molino, María Dueñas, Juan José Millas, Juan Tallón, Shashi Tharoor, Javier Moro, Santiago Posteguillo o Luis Landero, por citar a algunos de los que nos han visitado; músicos como Antonio Baciero, Diego Fernandez Magdaleno, Milena Martinez Alcino o Carlos de la Blanca, entre otros, folcloristas como Joaquín Díaz, actrices como Lola Herrera, cantautores como Xavier Ribalta, diplomáticos como Federico Trillo, Inocencio Arias o Javier Jiménez Ugarte; o profesores y expertos como el Arzobispo de Valladolid Luis Argüello, Antonio Marina, Vicente Guilarte, Fernando Colina, Enrique Gavilán, Fernando Manero, José Heriberto Amón, Alfonso Velasco, Cayo Sastre, Jesús Quijano, Antonio Calonge, Alicia Armentia, Juan del Río-Hortega, Fernando de Castro, María Bolaños y un muy largo etcétera.
Al igual que han permanecido y se han incrementado las actividades culturales, se mantienen las actividades sociales, con tertulias, grupos de lectura, de yoga, o de baile de salón y se han celebrado diversos fiestas, con baile, en ocasiones de disfraces, catas de vinos, campeonatos de naipes o de ajedrez, etcétera.
El Círculo de Recreo de Valladolid, siente el orgullo de ser propietario de una de las más interesantes joyas que tiene esta ciudad, ya que edificios, centenarios, concebidos para uso distinto del de vivienda, aunque tuviesen interés histórico o artístico, han ido sufriendo la desidia y tras ella la piqueta, o ya no desempeñan el papel para el que se concibieron; así palacetes y grandes edificios, se han ido convirtiendo en sucursales bancarias, clínicas, oficinas o archivos, desvirtuando su fin, modificando sus estructuras, perdiendo su sentido y su valor histórico, mientras este bello edificio se conserva en su integridad y con el uso para el que fue concebido, lo que tiene un valor incalculable.
Mantener esta Institución, haciéndola cada día más atractiva para el conjunto social, es la vocación de la Junta Directiva que tiene el empeño de atraer a ella, como lo está haciendo, al mundo empresarial, profesional y a la ciudadanía en general, sin renunciar a sus finalidades y a su fuerte identidad, definidas por una historia de casi dos siglos.
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